Intenté detener el tiempo en mis manos,
desbaratar sus manecillas con mis uñas,
y con ellas hacerme un collar de sentimientos.
Intenté secuestrar al minutero, amordazarlo,
y llevarlo al sótano de los incomprendidos,
en medio gente que ha perdido la razón;
pero la noche ha llegado a su fin,
la claridad dejó al descubierto mis miedos,
lo desordenado de mis nostalgias,
colgada cada una de mi lágrimas de sal.
¡Señor tiempo, ha llegado usted demasiado pronto!
En medio de la neblina de la sin razón,
le supliqué detenerse su danza,
me lancé a los rieles del tren de mis recuerdos,
pero usted, viéndome, pasó sobre mi,
como quien aplasta una hoja seca,
desahuciando mi corazón …
Señor tiempo, otra vez ha llegado,
sonando doce largas campanadas,
que él oirá y lo harán alejarse de mi,
mientras yo me quedaré despierta,
esperando que usted se digne
a sonar nuevamente doce campanadas más…..